jueves, 8 de mayo de 2014

EL PROFESOR JAUME

A veces uno se pregunta por qué es como es, piensa lo que piensa y siente lo que siente. Es complicado saber a ciencia cierta qué nos ha influido en la vida para que hoy seamos los adultos que somos: el tipo de educación recibida por los padres, el puesto que ocupas entre los hermanos, la ciudad, el barrio, el país, la época que te toca vivir... todo son condicionantes que nos van moldeando en mayor o menor manera para convertirnos en personas.

Hoy he visto de lejos a mi profesor Jaume. Él no me ha reconocido -seguro que ha tenido miles de alumnos antes y después de que yo pasara por su aula-  pero él para mí si fue importante. Muy importante. Decisivo, diría yo. Soy de la opinión que algunos niños tenemos la suerte de toparnos con personajes que un día deciden dedicarse a la docencia y con ello marcan la vida de todos los que se cruzan en su camino. Hay profesores malos, profesores mediocres, buenos profesores y estos profesores, los que se escriben con mayúsculas. Enseñar es relativamente fácil (lo digo con todo el respeto hacia la profesión de docente) pero despertar el gusanillo de la curiosidad, cultivar la duda y el razonamiento y ofrecer elementos para tener criterio propio son palabras mayores.

El profesor Jaume daba clase de historia en una escuela concertada y mediocre de mi barrio. Siempre acompañado de sus dos cajetillas de cigarrillos (una de tabaco rubio y otra de tabaco negro) y su cenicero dorado, aparecía en clase como si llevara prisa, nunca se quedaba quieto. La mayoría de los días su primera consigna era "No quiero ver ni un solo papel sobre las mesas, ni un solo bolígrafo en las manos" y se dedicaba a pasear por entre las dos filas de pupitres con tanta insistencia que a veces temía que fuera a hacer un surco en el suelo con sus pasos.

Hablaba sobre literatura, sobre historia del arte, sobre la revolución francesa, sobre el comunismo y el nacismo, sobre versos de Machado, sobre lucha de clases o sobre romanos y griegos, pero siempre nos dejaba con aquella sensación de que queríamos saber más. Cuando además de darnos clase de historia empezó a darnos clase de lengua y literatura y de dibujo aprendimos más de estas tres asignaturas que en toda nuestra vida. Nunca los conceptos estuvieron tan bien conectados entre sí; nunca habíamos entendido tan claramente las relaciones entre los aspectos sociales, geográficos, las manifestaciones artísticas, la religión y la política.

En clase de lengua, nos hacía salir al menos una vez al mes ante toda la clase para que habláramos durante un minuto entero sobre un tema determinado. No importaba qué decíamos, lo importante era que habláramos del tema y no nos quedáramos callados; yo le admiraba tanto que me pasaba el mes esperando a que me tocara el turno y el día que me hacía salir estaba tan nerviosa que no decía ni tres frases seguidas. También recuerdo que analizábamos el significado de algunos poemas y nos hacía reinterpretarlos con nuestro propio vocabulario. Nos recomendaba películas, exposiciones, obras de teatro, libros, y nos premiaba poniéndonos un positivo cada vez que realizábamos alguna de las actividades propuestas.

De mayor he comprendido que mi bagaje cultural está directamente relacionado con todas esas recomendaciones, con la manera de aprender entre nosotros con algo más que los libros de texto. Estaba creando futuros ciudadanos responsables, que no se dejaran influenciar fácilmente por la primera letra impresa que vieran, ni por la primera opinión que escucharan a un ilustrado en una conferencia. Eso es docencia, eso es aprendizaje, eso es educación.

Hoy lo he visto mayor. Hace tiempo que sé que dejó la escuela mediocre para empezar a dar clase de historia en un instituto de secundaria. No tengo ni idea de si es feliz, ni si sus alumnos han aprendido a valorarlo como yo lo hice. Lo que sí tengo claro es que cada vez que demuestro mis conocimientos, sea de la manera que sea, estoy rindiendo homenaje a él en particular y a este tipo de profesores en general. La lástima es que no es fácil cruzarse en el camino de estos personajes y no todo el mundo tiene la suerte de erizarse el vello cada vez que contempla una obra de arte mientras recuerda aquellas clases de EGB que todavía olían a tabaco.

Fuente de la imagen 1: http://www.diariodemallorca.es
Fuente de la imagen 2: http://eramquodeserisquodsum.blogspot.com.es/

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